Monday, August 28, 2006

Algo acerca de la música en Costa Rica a finales del S.XX

Carlos Guzmán B.

Por cosas del destino, supongo, me ha tocado vivir en una época de mucho interés para el desarrollo musical de Costa Rica, época en la que he visto nacer y morir agrupaciones, he palpado el despertar tecnológico aplicado a la música y he sido testigo de muchas nuevas tendencias. También he logrado realizar mis propuestas como músico en los diversos formatos que día a día nos ofrece el vertiginoso movimiento musical mundial.

Crecí ligado a la música popular, pues mi padre y mis hermanos inyectaron en mi el sentimiento por los ritmos tropicales y las baladas románticas, mientras que mis compañeros de estudios me acercaron al rock, al jazz y a la poesía. Por otra parte, he crecido cerca del movimiento sinfónico costarricense, que despertó de manera tan admirable luego de la creación trascendental del programa juvenil de la Sinfónica Nacional.

La Orquesta Sinfónica me ha encargado varias obras. Una de ellas “Inspiraciones Costarricenses” ha tenido muy buena aceptación pues el público disfruta las conocidas canciones típicas con sonido sinfónico. Otro proyecto de gran formato es “Cantos de Guanacaste para Coro y Orquesta” que fue estrenado en el marco del Festival Internacional de las Artes 2001, en la provincia de Guanacaste. Ahorita estoy en mi "Suite de los Volcanes"; una sinfonía en cuatro movimientos; Arenal, Poás, Rincón de la Vieja e Irazú. De manera que mi vida ha estado ligada a la música de muchas formas. Por eso trataré de comunicar mis observaciones sobre el comportamiento musical de Costa Rica en las tres últimas décadas del siglo XX.

No había cumplido cuatro años cuando aprendí mis primeras canciones; “Jacarandosa”, una guaracha cubana, “Lonjazos”, un tango, y varias rancheras como “La Feria de las Flores”, “Dos arbolitos” (que cantaba a dúo con mi mamá) y varios valses peruanos y argentinos que mi papá entonaba con sus amigos en el corredor de la casa. Eso me hace creer que la Costa Rica de los sesenta estaba saturada de material latinoamericano. En la radio recuerdo vagamente mucha música mexicana, boleros de tríos, cumbias de Colombia y de México y una que otra canción norteamericana con el soberbio sonido de las big bands y las aterciopeladas voces de Nat King Cole, Matt Monroe, Perry Como, Frank Sinatra y otros nombres que ya no recuerdo. Las películas de Joselito, un niño español que cantaba precioso, con unas orquestaciones que todavía hoy me emocionan.

Por mi corta edad en ese momento no sé qué había en Costa Rica, pero me suena familiar el “Cuadro Buenos Aires”, el conjunto “Los Ticos” de don Mario Chacón, “la fabulosa de Otto Vargas”, don Gilberto Hernández y muchos tríos. Mis hermanos y yo iniciamos sin darnos cuenta un cuarteto de voces y guitarras acústicas; “Los Hermanos Guzmán”, al que luego agregamos batería y guitarras eléctricas marca Silvertone. La novedad de esas guitarras es que el mismo estuche contenía un amplificador con parlante y todo. Se colocaba el estuche parado, se conectaba y empezaba la música. Después incluimos un sax tenor y una trompeta, unas congas, el güiro y así se armó el “Arco Iris Musical”. En esos días admiraba a dos grupos ticos que sonaban muy bien, Paco Navarrete por un lado y Solón Sirias por otro. Ellos se beneficiaron con el ingreso al país de los primeros equipos de grabación en los estudios de INDICA. Con ese sello disquero salieron a la luz muchos artistas costarricenses que, al menos, yo no conocía.

Mientras eso sucedía, el mundo nos tenía inundados con las nuevas propuestas que cambiaron todo, Elvis Presley, Bill Haley y sus Cometas, en fin, todo el rock’n roll.
Los mexicanos y los españoles lo adaptaron a nuestro idioma y la juventud se llenó de ritmo. Mis hermanos mayores cantaban todo eso, los éxitos de Alberto Vásquez, Enrique Guzmán (el papá de Alejandra), César Costa, Angélica María y Rocío Durcal. Esta última junto con otros españoles como Marisol, Karina, Los Brincos y varios grupos invadieron a Costa Rica de discos y películas musicales.
Por supuesto los ticos no nos podíamos quedar atrás y aparecieron varias agrupaciones especializadas en rock’n roll como Los Thunder Boys, Los Vikingos, Los Rufos, Los Spiders, Los Gatos. Estos últimos tuvieron mucha fama con las canciones de Ricardo Acosta, compositor y cantante colombiano que vivía acá y que aportó mucho material original a la producción tica, especialmente temas románticos.
Era también la época de Los Beatles, Los Monkeys y los Rolling Stones. Según mi apreciación ahí empezó a sonar el rock en Costa Rica, género que se ha mantenido hasta la actualidad en un verdadero y constante desarrollo.

Los primeros rockeros que yo recuerdo eran Apple’s Band, Fire Yeah, y varios grupos con nombres en inglés. Ellos tocaban música de los Rolling Stones y de Jimmy Hendrix, también intentaban alguna que otra pieza original. En Limón apareció un grupo de rock llamado Bocaracá, que luego se llamó Stop y finalmente vino a ser el conocido grupo Marfil. Después de liderar el ambiente del rock se apoyaron en el estilo del soul; un rock creado por negros estadounidenses que también dominó el mercado de la música mundial con exponentes como los Jackson Five, Earth Wind and Fire y Al Green, entre otros.
Marfil tenía un sonido diferente y un repertorio que se distinguía de los demás.

En el área de la música tropical, los conjuntos bailables recibían mucha influencia de las orquestas extranjeras, especialmente la Billo’s Caracas Boys y la Sonora Santanera, el público pedía que los nacionales tocaran esos éxitos foráneos lo más parecido al disco. Este fenómeno creó una curiosa costumbre entre el público y los artistas ticos; el cover.

Imitar los éxitos de afuera se ha convertido en una necesidad para los grupos, pues el público ha llegado al extremo de creer que si no se canta con el mismo acento, los mismos dichos y hasta las mismas bromas del disco original, es porque no se saben la canción. Esto ha provocado dos cosas, por una parte los músicos han dejado de crear y se han dedicado a interpretar, mejor dicho a imitar. Muchas agrupaciones (digamos que la mayoría) viven completamente del cover, con ese sistema mantienen a sus familias y hacen que el público llene los lugares donde tocan. La otra parte, un poco más positiva, ha logrado que el músico popular tico sea muy versátil, capaz de saltar del rock a la salsa, del tango a la balada, del son cubano al soul negro en inglés con verdadera espontaneidad y sin mucho esfuerzo. Eso impresiona a los colegas extranjeros, acostumbrados a especializarse en un solo género.
No obstante, con todo y eso la creatividad ha sobrevivido y se sigue produciendo material nuevo que en algunas ocasiones llega a ser reconocido.

En los setentas se escucharon con fuerza los músicos suramericanos. Grupos como Los Ángeles Negros y Los Galos lograron calar en la juventud con bonitas baladas. Los argentinos Leonardo Favio, Sandro, Piero, Banana, Industria Nacional y especialmente el grupo Abracadabra dieron un sonido a la balada que rápidamente se esparció entre nosotros. También llegó a Costa Rica una verdadera invasión de canciones italianas en español, muy bellas por cierto, que dieron fama a Claudio Baglioni, Sandro Giacobe, Pepino di Capri, Nicola di Bari, etc. Poco después Mocedades y otras estrellas de España. De ahí la necesidad de una agrupación tica con esas características y salió Vía Libre, un grupo que aportó bonitas canciones originales en cuidadosas grabaciones que fueron bien recibidas por la juventud. Pienso que la aparición de Vía Libre motivó a formar grupos de música ligera dirigidos a los jóvenes románticos.
A Vía Libre siguieron Manantial, Gaviota, Amigos, Papel y Lápiz, Blanco y Negro, La Banda y muchísimos conjuntos que marcaron sin duda una gran época en la que la creatividad se vio estimulada. Muchas de las grabaciones fueron ilustradas con video-clips que se difundían en programas de televisión, especialmente en “Hola Juventud”, conducido por Nelson Hoffman.

Gaviota nació en el año 1977 después de varios experimentos que hiciéramos con “Arco Iris Musical”. Para entonces ya existían Manantial, Vía Libre, Marfil, Los Hicsos y Taboga.
Los grupos de esa época tuvimos que aprender mucho, sobre todo en el campo de la tecnología, pues para hacer sonar el primer sintetizador Roland que llegó al país había que travesear una cantidad impresionante de perillas. Antes de eso se usaban órganos Hammond y organetas Yamaha de la serie YC que eran muy populares.
Luego se usó mucho el Mini-Moog y algunos teclados que imitaban "string ensembles".
Una vez escuché un sonido nuevo para mi, no era ni guitarra ni piano, ni un sintetizador conocido, sonaba en Killing me Softly, de Roberta Flack. Yo me moría por saber qué era hasta que escuché en vivo al grupo mexicano de Arturo Castro y para mi sorpresa tenían ese sonido. Me acerqué y ahí conocí a uno de mis instrumentos favoritos; el piano Fender Rhodes, que con su sistema de barritas metálicas percutidas logra un sonido que para mi es delicioso. En cuanto se pudo invertimos los ahorros y compramos uno para el grupo.
Era muy difícil importar instrumentos al país, sin embargo todos buscábamos la forma de tener las novedades, pues el público siempre exigente quiere que sonemos como los de afuera, aunque nos paguen como de los de adentro.

También los grupos bailables se multiplicaron en esos días después del éxito de la agrupación cartaginesa Los Hicsos. Aunque ellos grabaron mucha música extranjera, el género de la cumbia y el merengue se fortalecieron de su producción.

La salsa, este ritmo caribeño cadencioso y sincopado llegó a nuestro país impulsado por Paco Navarrete, quien reforzó su grupo con una buena sección de vientos y mucha percusión. Paco trajo al país por primera vez al Gran Combo de Puerto Rico y a pesar de la poca aceptación que tuvo al principio, la salsa logró gustar y consolidarse en Costa Rica. Desde entonces varios conjuntos se han dedicado de lleno al género y tienen mucha aceptación. Un buen ejemplo es el de Sus Diamantes, que luego se llamarían Los Brillanticos. Llama la atención que varios instrumentistas de este grupo salsero eran también integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Otro punto destacable de esta época es que los músicos ticos entraron en un proceso de profesionalización. Se creó un concepto más empresarial entre los artistas y muchas agrupaciones se convirtieron en verdaderas empresas con sus respectivas oficinas, personal técnico y - en muchos casos - seguridad social para los músicos y demás empleados.
La Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica ya hacía lo que hace hoy; dignificar la profesión de músico, formar profesores, compositores y ejecutantes, y hacer caer el mito de que la música solamente sirve para el entretenimiento y no para vivir profesionalmente. Por su parte, el Conservatorio Castella, considerado el semillero de la música nacional por su influencia en la niñez, también aportaba desde entonces gente talentosa al movimiento musical del país. Por otro lado, el programa juvenil de la Sinfónica Nacional, trajo profesores extranjeros que se dieron a la tarea de enseñar música a los niños que rápidamente se incorporaron en el proceso musical del país, con una visión mucho más profesional, con mejores bases técnicas y académicas.

Esta nueva generación de músicos comenzó a dar frutos en la última década del siglo XX con grupos de cámara, tríos, cuartetos y quintetos de vientos o cuerdas, en fin, un sinnúmero de combinaciones derivadas de la música sinfónica que han aportado temas originales, varias grabaciones, giras internacionales y músicos destacados en el extranjero.

Entre el 82 y el 86 Gaviota innovó las grabaciones al incluir en sus discos los violines, violas y cellos. Muchos de los músicos participantes eran estudiantes destacados de la Juvenil y sus profesores. La radio aceptó de buena gana las producciones nacionales y muchos grupos ticos llenaron las listas de popularidad en Costa Rica durante varios años.

Luego cambiaron las cosas. En el final de los ochentas apareció la discomóvil en los grandes salones de baile. Los grupos se vieron rápidamente sustituidos por la música grabada, con ambiente multicolor y a muy bajo costo. Se desencadenó un retroceso en la floreciente producción musical, faltaba el trabajo, faltaba el dinero para producir y grabar.
Por su parte, la radio dejó de programar al artista tico y pasaron años sin que se escuchara una sola canción nacional. Argumentaban que en Costa Rica no había suficiente calidad para competir con los extranjeros en sonido, que la composición no era exitosa, que esto y que el otro, pero la realidad es que una nueva generación de DJs o programadores de radio se apoderaron de los medios con una mentalidad de rechazo hacia lo nacional y una admiración por todo lo que sonara en otro idioma o con otro acento. No me refiero sólo a la música. Gran parte de la identidad costarricense desapareció en todos los campos por la invasión cultural que se vive desde entonces.
Se pusieron de moda los grupitos importados de jóvenes bien parecidos con éxitos efímeros, desaparecieron los salones de baile ya que el exceso de discomóviles con los años cansaron al público. Muchos conjuntos se deshicieron y otros se redujeron a tríos y dúos. El público también se dispersó hacia otras atracciones y optó por los sitios pequeños.
No obstante algunos grupos lograron sobrevivir. Contra viento y marea han sostenido planillas, han sorteado la avalancha de música extranjera y todavía están en el mercado. Es el caso de Marfil, Gaviota y Taboga, entre otros, quienes continúan produciendo discos y tocando en todas partes, con equipos renovados y un cúmulo de experiencia que los mantiene activos y sonando muy bien.
Los tiempos malos han ido pasando. Al final del siglo XX se empezó a notar un revivir del movimiento musical. Los pequeños bares compiten entre ellos contratando música en vivo, lo que ha dado trabajo a muchos músicos. Grupos como Editus, el Cuarteto de Trombones, Son Sax y otros extraídos del movimiento sinfónico han recibido el reconocimiento popular y se han fortalecido en su proceso creativo. También hay una gran fusión entre los músicos que gustan del jazz, acercando la brecha de estilos de una forma muy enriquecedora.

El concepto del cover ya no se ve con muy buenos ojos y los músicos populares tratan de aportar más temas propios. En el rock se ha notado una tendencia a salir del garaje para grabar y hacer giras, lo mismo en la salsa, el reggae, el rap y en todos los ritmos tropicales, este resurgir se aprecia en muchas y buenas producciones discográficas que la radio apoya.

En el campo sinfónico se están dando mayores alternativas a los compositores para que sus obras puedan ser interpretadas, también se están premiando las obras originales por medio de la Asociación de Compositores y Autores Musicales, consolidada en más de diez años de existir.
Se han realizado grabaciones de música típica con buena calidad de sonido como es el disco “Costa Rica, Pura Vida”. Algunos de nuestros músicos están tocando en el exterior con orquestas y conjuntos de mucho prestigio.

¿Qué es lo que falta ahora? Mercadeo.
Algo que para mi no se ha logrado desarrollar es el concepto de proyección, distribución y venta de la música como un producto costarricense. No sé qué pasa pero hasta la fecha no hemos logrado dar a conocer un artista tico internacionalmente. No hemos podido hacer bailar los ritmos costarricenses en el exterior ni hemos alcanzado ningún reconocimiento, salvo algunas excepciones particulares como el Grammy de Rubén Blades acompañado por los músicos de Editus. Ese fue un gran paso, ya que el disco fue grabado en nuestro país, los arreglos musicales son ticos, así como los técnicos y los instrumentistas. Aunque el reconocimiento es para Blades, hay que tratar de sacar provecho de tan importante logro.

Debe desarrollarse una política nacional para mercadear la música tica. Facilitar los costos de producción, abrir mercados, promocionar a nuestros artistas en el extranjero, organizar giras y negociar con compañías disqueras internacionales para dar a conocer al mundo el talento costarricense. Pero eso cuesta mucho dinero para hacerlo independientemente. Por eso se ocupa la ayuda estatal, la inversión estatal. Hay tantos atributos en los músicos ticos, la versatilidad, la formación académica y técnica, el conocimiento y manejo de la tecnología y muchas cosas más que se aprecian en los conciertos, en los discos y en las creaciones que a diario nos sorprenden a los que estamos inmersos en el mundo musical, pero que los productores extranjeros desconocen lamentablemente.

Quiero proponer al sector político del país que piense en la música tica como un producto de exportación no tradicional. Es fácil imaginar las divisas que le genera la música a países como México, Argentina o Venezuela. Eso se puede lograr en Costa Rica en el momento en que se apliquen las técnicas de mercadeo internacional a nuestro producto, de la misma forma que actualmente lo hacen con las flores, la caña india y el turismo.
Los logros de los artistas costarricenses me dan un panorama optimista, espero que se aprovechen todas estas condiciones para tener muy pronto la satisfacción de ver a la música costarricense reconocida en el mundo y abriendo puertas para el desarrollo y bienestar de los músicos ticos del siglo XXI.
Mi tesoro extraterrestre





Durante el gobierno de don Luis Alberto Monge, hace ya bastante tiempo, el grupo Gaviota junto a varios artistas ticos fuimos con nuestro arte a la ciudad de Houston en los Estados Unidos en compañía de la entonces primera dama doña Doris Yankelewitz.. En esa gira se nos invitó a conocer el famoso Centro Espacial de la NASA en donde el Dr. Franklin Chang; astronauta costarricense, realiza su formidable trabajo. Como suele suceder en las grandes ciudades, el auto en que yo viajaba tomó una autopista equivocada y llegué un poco tarde al Centro Espacial.

Al terminar el recorrido, mis compañeros de Gaviota que llegaron temprano me contaron que aprovecharon la compañía de Doña Doris y las ventajas que conllevaba su investidura, para conocer un poco más de la NASA, incluso fueron atendidos personalmente por el Dr. Chang en su propio laboratorio. “Es más - dijo el guitarrista - ¡nos regaló una muestra de piedra lunar!” y me mostró una linda piedrecilla rojiza, algo porosa, del tamaño de una papa, que me dejó boquiabierto. Ellos saben de mi pasión por el universo y sus misterios.

Al día siguiente vi que la piedra estaba abandonada cerca de una ventana en el hotel. Critiqué muy enojado a mis hermanos por su descuido y delicadamente la guardé envuelta en un fino papel seda blanco. Así viajó la piedra lunar a Costa Rica, desde entonces fue celosamente guardada en mi baúl.

Pasaron los años y de vez en cuando mostraba mi tesoro a los amigos que me visitaban. Un día de estos, durante un ensayo hablábamos de las cosas interesantes que han ocurrido en nuestra historia artística de más de 25 años. Cuando recordé la piedra lunar dije a mis colegas... “ no saben ustedes lo que tengo guardado”, inmediatamente saqué del papelito blanco la preciosa joya y todos reventaron de la risa.

El engaño duró más de 15 años. Quique, el guitarrista, había juntado la piedra del estacionamiento de la NASA.

Carlos Guzmán
Director Grupo Gaviota
San José, Costa Rica.
PANORAMA DE LA EDUCACIÓN COSTARRICENSE


¿Habrá existido en la historia de Costa Rica un ministro de educación que considere el aprendizaje de la música al mismo nivel que el de las matemáticas o el lenguaje? ¡Rotundamente no!.
Históricamente hemos relegado el estudio de las artes a un segundo plano, apoyados en la creencia de que “eso no deja nada” (hablando de beneficios económicos, por supuesto).
¡Qué lejos está esa creencia de la realidad! Paul Lehmann; brillante musicólogo y profesor de música, ha descrito de forma muy convincente las bondades que el aprendizaje musical brinda al ser humano, especialmente si se aprende desde la primera infancia. Actitudes y valores tan importantes como desarrollo de la imaginación, facilidad de expresión, autenticidad, conocimiento de otras culturas, historia y sociología, conocimiento de nuestra propia naturaleza y muchos elementos más, son solo parte de las grandes virtudes implícitas en el aprendizaje de la música.
Nos preguntamos si todas las personas tienen habilidad musical para que se considere indispensable su educación en ese campo. Según el profesor Lehmann, al igual que Zunichi Suzuki; el célebre pedagogo japonés, si se comienza temprano cualquier persona puede desarrollar habilidad musical, tanto para una mejor apreciación artística como para la creación de obras musicales o la ejecución de instrumentos. Cuando se pone en duda la potencial habilidad del ser humano para la música, se da el mismo caso que si pusiéramos en duda su capacidad para aprender operaciones matemáticas, estudios sociales, leer y escribir su propio idioma o una lengua extranjera. Por muchas razones, la enseñanza musical debería tener el mismo status que las otras disciplinas académicas.
Saber algo de música aporta grandes beneficios a los niños del mundo, sin efectos nocivos, con regularidad y con perenne cercanía. Hay música por todas partes y a toda hora.
Al igual que el lenguaje, la música es parte de todo movimiento de la humanidad, por lo tanto, los seres humanos deberíamos tener mayor conocimiento acerca de sus estructuras, su simbología, su historia y sus características. Sería ideal reconocer las distintas sonoridades, diferenciar un clarinete de un fagot, distinguir formas y ritmos, los estilos propios de cada compositor y cada época. Cantar afinados y tocar algún instrumento, así como leer notas musicales en un pentagrama, aunque sea en el nivel elemental. ¿Por qué? Porque esos conocimientos encierran bases numéricas, noción de las alturas, desarrollo auditivo y fonético, criterios del balance, sentido social y tantos elementos ya mencionados que, sin duda, contribuyen a mejorar este ideal de humanidad creadora y productiva.

Carlos Guzmán
El pueblo tiene una voz; el derecho de elegir.


El pueblo tiene una voz con la que canta su esperanza, con la que defiende sus ideales, con la que forja su futuro de ansiado bienestar. Es la voz que realmente se escucha y se respeta, es el voto; la voz del pueblo.
Los costarricenses nos vanagloriamos del sistema democrático en que vivimos, sentimos orgullo por prescindir de fuerzas armadas, por la obligatoriedad de nuestro sistema educativo y por poseer el valioso tesoro de elegir libremente a nuestros gobernantes. No obstante, desde hace algunos años hemos permitido un preocupante crecimiento en los índices de abstencionismo. Eso significa que, por muchas y variadas razones, un alto número de personas no acuden a votar, no opinan, no alzan su voz.
Votar, ese derecho que muchos países añoran tener, ese derecho por el cual se desatan punzantes discusiones y sangrientas guerras, esa voz del pueblo, ese valioso gesto que tenemos en las manos y que da vida a nuestra democracia, se está dejando de ejercer de una manera altamente perjudicial para el bienestar de este hermoso país.
Por eso y porque la música es una bonita manera de decir las cosas, hemos creado una canción que invita a votar, que estimula a todos los ciudadanos para que, sin distingo de credo y de partido, acudan a votar en las urnas electorales el próximo 7 de abril.
El proceso ha sido lento -como lo es el desarrollo democrático-, primero los conceptos en acorde con el mensaje del Tribunal Supremo de Elecciones, luego las rimas y los giros melódicos seguidos de la orquestación, por último las voces, los ensayos para afinar cada detalle, hasta llegar al estudio de grabación.
Ahí, en el estudio, la tecnología de avanzada en manos de un costarricense que tiene magia para que la música suene bien; Draxe Ramírez. Micrófonos rodeando los violines de la Sinfónica Juvenil, ajuste de perillas, cables, computadoras y muchas horas de repetición para darle el punto a las trompetas, la percusión, los trombones y los coros.
Ir y venir de músicos y partituras, una tacita de café de vez en cuando y muchas ganas de hacer las cosas bien hechas.
Entre todos sumamos 27 personas. Era el grupo Gaviota reforzado con muchos de los mejores instrumentistas y cantantes que tiene el país; entre ellos Duvalier Quirós el triunfador de Viña del Mar, Eddie Mora el violinista laureado con el Premio Nacional de Música y tantos otros que el espacio no nos permite mencionar. Cada uno con un ideal; que la canción motive a los costarricenses a votar, conscientes de que ese gesto, ese acto, es pilar fundamental de esta admirada democracia.
Este es el canto, El Pueblo Tiene Una Voz, la ilusión de ejercer un derecho sagrado que nos heredaron muchos costarricenses amantes de la democracia y la libertad.

Carlos Guzmán
Compositor, Director Grupo GAVIOTA


¿Matar un chivo?•

Una manera de ganar el sustento

Carlos Guzmán


Suena salvaje, suena cruel, pero en el argot de los músicos ticos matar un chivo suena a fiesta, espectáculo, trabajo y sustento. ¿En su casa mataron un chancho?, nos preguntaban cuando chiquillos, porque muchas veces se sacrifica al pobre cerdito para simbolizar la gran fiesta, en la que hay que alimentar a muchos invitados. De manera similar, en algunos países del Caribe se come la carne de chivo en deliciosos guisos, preparados con esmero para festejar en grande.

Es posible que en algún pasaje de nuestra historia, alguien vino con el extranjerismo de comer carne de chivo en vez del chancho tradicional, y los músicos dijeron: es una fiesta grande, van a matar un chivo. ¿Cuánto hace de eso?, no tengo idea. Le pregunté a Paco Navarrete y me dijo que cuando comenzó a travesear el órgano Hammond en el Tennis Club, por los años sesentas, ya todos los músicos hablaban de chivear.

A punta de notas.

La primera vez que escuché ese término, aún usaba pantalones cortos y cruzaba descalzo a mil por hora los anchos corredores de la García Monge, pero ya cantaba alguillo y con mis hermanos hacíamos lo mismo que hoy; traer a casa el pan indispensable y bien ganado a punta de notas musicales. Cuando llegué al Castella –sexto grado– todos hablaban de matar chivos.

Recuerdo al Macho Obando, profesor de guitarra que me invitaba a dar serenatas y le decía a mi mamá: "Disculpe, doña Tere, me voy a llevar al chiquito; es que tenemos un chivillo por aquí cerquita". Luego en la Sinfónica Juvenil encontré que los chiquillos decían lo mismo, pero en un sentido peyorativo, si era un concierto formal era un toque, pero si era fuera del programa: una grabación, matizar una cena de bodas, acompañar a alguien, o ser jurado en un festival, era irremediablemente un chivo. Después se generalizó. Hoy se dice chivo a todo tipo de actuación musical, desde echarse una piecilla como telonero de un artista famoso hasta el conciertazo de Gaviota en el Musikhalle de Hamburgo. Por cierto, qué buen chivo fue ese. Inolvidable setiembre del 97.

Fino, güeso o brujo.

Chivos hay de toda especie, y algunos tienen sus adjetivos. Se mata, por ejemplo, un chivo fino, chivo güeso, chivo informal (no hay que ir muy elegante), chivo doblado (cuando es por televisión con las pistas grabadas), chivo por la puerta (se gana según la gente que ingrese) o el más extraño calificativo: chivo brujo, que es gratuito, donde la única paga son los aplausos, golpecitos por la espalda y con suerte, un refrigerio. Cuando estábamos en el grupo de jazz de la Universidad Nacional y solamente matábamos chivos brujos bautizamos esa orquesta "Grupo Refrigerio". ¡Imagínense!

A veces la palabra chivo suena mal, por eso algunos colegas utilizan variaciones. Me llamó mucho la atención el grupo religioso Senderos cuando les oí decir: "Vamos a sacrificar un cordero".

El siguiente es un diálogo muy común en el bus de algún conjunto, o en la Sinfónica, o en La Esmeralda, o en cualquier sitio donde se reúnan varios músicos: "¡Diay, qué!, ¿cómo van esos chivos? Pura vida, gracias a Dios. Ayer matamos un chivillo bastante bueno, la gente estaba feliz y nos salieron varios chivitos más. Lo malo es que vamos a tener que matar dos chivos brujos para que nos den los otros, pero ¡diay!, para eso estamos los músicos, siempre en esta chiveadera".
Así que matar chivos en Costa Rica no es ni más ni menos que ir a tocar, sacarle notas a esos nobles instrumentos, afinar las cuerdas, pulir gargantas y expresar las magníficas emociones que nos envuelven en el maravilloso universo de la música, siempre luminosa, siempre amada.